A nadie con un mínimo de objetividad y que
esté al corriente de los sucesos que ocurren en España se le puede escapar la
corrupción existente en los partidos políticos, que extienden sus egoísmos,
prebendas y sinecuras como tentáculos sobre la sociedad, asfixiándola, convirtiendo
el Estado en absorbente y explotador, utilizando los gobernantes el poder
público para repartir destinos a capricho entre amigos y electores,
acribillando a impuestos a enemigos y neutrales. Es el Estado-botín que decía
Maeztu, en contraposición al Estado-servicio que busca la justicia armonizando
los intereses del pueblo. Todos los partidos políticos han copiado el cliché y
siguen el camino ya trazado en estos cuarenta años de mal llamada democracia
española. Y Podemos no es una excepción... en este aspecto.
Decía Menéndez Pelayo que “Donde no se
conserve piadosamente la herencia de lo pasado, pobre o rica, grande o pequeña,
no esperemos que brote un pensamiento original, ni una idea dominadora”. Y es
aquí donde el nuevo partido marxista llamado Podemos entra de lleno, negando
los logros de España a lo largo de su Historia, renegando de su civilización y
raíces cristianas, de su imperio y de sus glorias, de su inmenso hacer e
importancia en el transcurso de los siglos, de su aportación a la humanidad.
Esta banda de trepas marxistas financiados por regímenes tan abyectos y faltos
de libertades como Venezuela o Irán, quieren borrar cualquier vestigio o señal
que les recuerde a España. Así, quieren finiquitar la Semana Santa, la Navidad,
las Fallas, los toros, el himno nacional (“cutre pachanga fachosa” para su
líder Pablo Iglesias), la bandera roja y amarilla (adoptada en 1785, en la
época de Carlos III). Además, favorecen la aparición de mezquitas y el culto al
islamismo, como la mezquita chií que quieren construir en Madrid como contraprestación
a las subvenciones que reciben del régimen chiíta de Irán, en detrimento del
catolicismo y de su iglesia, de la tradición, cultura y ser de España. Para
Podemos fue una pena que la Reconquista tuviese éxito y que Lepanto acabase en
una victoria absoluta sobre la amenaza musulmana; la Hispanidad es una
aberración y nuestro imperio “donde no se ponía el sol”, una vergüenza. También
se muestran comprensivos con la violencia de ETA que, según Pablo
Iglesias, tiene “explicaciones
políticas”, aprovechando cualquier motivo para defender y manifestarse a favor
del terrorismo etarra. “Místicos en el credo y cínicos en la crítica” como dijo
el gran Chesterton.
Pero en esta época de insustancialidad
ideológica e inexistencia de principios, huérfanos de toda moral y ética,
propagada la peste del indiferentismo, la sacralización de Podemos por ignorantes y
desconocedores de lo que es España encuentra sus adeptos y acompañantes:
resentidos, negadores y anormales que se mueven por impulsos destructores, con
sus cerebros hechos papilla; una cofradía de garrapatas progres y sabandijas
con complejo que animalizan y anatematizan a quien pone al descubierto su
anorexia intelectual y su déficit de conocimiento absoluto. En su monumental y
profética “Defensa de la Hispanidad”, el escritor Ramiro de Maeztu ya explicaba
que “Las naciones se engrandecen por acumulaciones sucesivas de acciones
valiosas, que aumentan su valor original…Dejamos que nuestros máximos valores
espirituales se convirtieran en polvo y olvido, como si fuéramos un pueblo
extinguido”. Y esa extinción es lo que pretende Podemos, cuyos propósitos son
antagónicos con España. Su irrupción es un trágala perpetuo, una amenaza
incesante, un permanente insulto. Esperemos que el impulso suicida de España
sea detenido a tiempo.
José Quijada Rubira
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