Hace ya treinta y nueve años que nos dejaste
y un cóctel de mentiras, manipulaciones, ignorancia, rencor y odio mal digerido
impide que muchos sepan la verdad sobre ti, mi general. Se obcecan contumazmente
en aceptar que salvaste en tres ocasiones a la II República, sobre todo del
golpe de Estado de octubre de 1934 del PSOE, PCE, Esquerra y parte del
anarquismo. Niegan cerrilmente que el glorioso Alzamiento Nacional del 18 de
julio fue la reacción natural contra la barbarie, los asesinatos – Calvo-Sotelo
fue la gota que colmó el vaso- y otro golpe de Estado del Frente Popular en las
elecciones de febrero de 1936, como reconoce Niceto Alcalá Zamora: “En la
historia parlamentaria de España, no muy escrupulosa, no hay memoria de nada
comparable a la Comisión de Actas de 1936”. Así, en los meses de febrero a
julio de 1936, las huelgas salvajes, los tiroteos, ocupaciones masivas de
fincas, asesinatos, quemas de iglesias, de sedes y periódicos de derechas, las
provocaciones a militares y vejaciones a los clérigos llevaron la situación a
límites insoportables. Lo explica muy bien Stanley Payne en “El colapso de la
República”, y Salvador de Madariaga, comparando la revolución de 1934 con la de
julio 1936, hizo una frase célebre: “La primera se hizo contra un gobierno
plenamente legal y democrático; la segunda, contra un gobierno claramente
ilegítimo”. Pasan página sobre el envío a Moscú, por parte de los socialistas
Largo, Prieto y Negrín, de las reservas de oro del Banco de España –las cuartas
más grandes del mundo-, además del expolio de bienes particulares y de la
nación, de el Monte de Piedad, de tesoros nacionales, por solo mencionar de
pasada el abyecto y despreciable episodio del yate Vita, con los tesoros
incautados por la Caja General de Reparaciones al final de la Guerra Civil. Sus mentes, depositarias de todas las
deyecciones del marxismo, les imposibilita admitir que la guerra civil fue un
acto necesario e irreemplazable para salvar a España y su cultura cristiana,
milenaria y gloriosa de perecer y convertirse en un satélite bolchevique de
Stalin. Enfermos de ira por la derrota que les infligiste, a pesar de tener
todo en contra, se inventan las teorías más ridículas y delirantes con tal de
no asentir que nos libraste de entrar en la 2ª Guerra Mundial, permaneciendo
neutral como ya advertiste en la crisis de Munich de septiembre de 1938, con
serio disgusto en Roma y Berlín, y de salir airoso de la difícil situación tras el final de la conflagración, a pesar del
bloqueo y hostigamiento de las potencias vencedoras para derrocar el régimen. Obtusamente
niegan que salvaste a decenas de miles de judíos facilitándoles el tránsito por
España, aparte de otros miles salvados por las legaciones españolas en la
Europa ocupada. Y, por último, eluden y
evitan comparar los datos de la España que nos dejaste en 1975 con los datos
actuales, porque la goleada a tu favor es escandalosa. Daré solamente dos datos
significativos para no extenderme: el paro era casi inexistente, por los más de
cinco millones actuales; la deuda del PIB era del 7,3%, frente al casi 100% de
deuda en 2014. La propaganda marxista, la más gigantesca y exitosa que jamás ha
existido, no te perdonará nunca que fuiste el único que les derrotaste, tanto
militar como políticamente, con el agravante de construir una nación próspera,
unida e independiente. Además, tu muerte fue de manera natural, en la cama y
llorado por millones de españoles agradecidos, lo que significa otra victoria
más sobre el marxismo ya que les incapacitas, eternamente, para que puedan vivir en paz pues el odio
hacia ti aumenta cada día al no haber podido derribarte en vida, conformándose
con quitarte estatuas y calles, presos de su propia impotencia y podredumbre
intelectual y humana.
Pero lo peor, mi general, es que la llamada
derecha española reniega de ti, que la salvaste del exterminio bolchevique. La
derecha homenajea y le dedica calles a Santiago Carrillo, el genocida de
Paracuellos, ejemplo de la letrina en que se ha transfigurado la otrora
defensora de las tradiciones de España. La derecha ha desertado de todo
principio y de la defensa de España, pactando con terroristas, separatistas,
antiespañoles de toda clase y calaña, con tal de permanecer en el poder. La
derecha, en lugar de tratar de solucionar los desaguisados de la siempre
antiespañola izquierda, ha continuado el camino trazado por ésta, aniquilando a
España y transformándola en un nido de buitres carroñeros que se reparten los
restos corrompidos de lo que fue nuestra patria. Ya no queda nada que se pueda
salvar y nadie que nos pueda salvar. No hay un José Antonio ni un militar como
tú, mi general, y nadie capaz de liderar y abanderar un movimiento de
regeneración total. Los pocos que disentimos de este disparate descomunal y
trágico que nos ha llevado al óbito de España somos apartados y ninguneados,
señalados como apestados por los que han llevado a cabo la demolición de la
nación y los que la han convertido en un patio de monipodio. Dignidad, honor,
patriotismo, valor y coraje son palabras que, desde que nos dejaste, han
perdido el significado de virtud y han sido trocadas por relativismo,
equidistancia, corrupción, traición y cobardía. Se banaliza el mal que opera
mediante tópicos recurrentes de buenismo. Nuestros bienes más altos son
defendidos por gente sin principios.
Las consecuencias de toda esta inmensa
ciénaga hedionda es la aparición de los dos enemigos históricos de España y el
cristianismo: el marxismo y el islamismo, aprovechándose de la inexistencia de
cualquier protección y amparo de la patria. Ya estamos otra vez, mi general,
como en la II República que tanto conoces y padeciste, con los bolcheviques
matacuras y quemaiglesias, amenazando y persiguiendo al que no comulga con sus
ruedas de molino de la miseria, el gulag, las checas, los campos de reeducación
y el exterminio de todo disidente. Mientras, el islamismo pesca en río revuelto
y cada vez es mayor su presencia, su poder y su amenaza invasora.
Debes ser, mi general, el único militar de la
historia que, habiendo ganado una guerra y casi todas sus batallas, recibes a
menudo la sentencia de incompetente. Esta paradoja resulta por sí misma
ridícula y representativa del déficit de conocimiento de quienes te atacan o
ignoran, un ejemplo más de desnutrición neuronal insuperable. Tu vida espartana
al servicio de España, tus desvelos, coraje y valentía para salvar a España, tu
sabiduría y perspicacia para defender España siempre estarán presentes en la
memoria de los españoles de bien. Decía Chesterton que “cuanto mayor es la
grandeza de un hombre es menos probable que manifieste grandes pretensiones”.
Tu única gran pretensión, mi general, fue servir a España. Gracias una vez más.
Un abrazo muy fuerte.
José QUIJADA RUBIRA
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