En la II República, tras el fracaso del golpe
de Estado de octubre de 1934 (conocido como la revolución de Asturias)
perpetrado por las izquierdas y el nacionalismo catalán, se fue germinando la
unión de toda la izquierda, incluidos los ácratas, para derribar a la derecha
del poder, aislándola y marginándola de todo derecho. En las elecciones de
febrero de 1936, ese germen dio sus frutos en el llamado Frente Popular (PSOE,
PCE, PNV, Ezquerra, partidos
republicanos jacobinos y el apoyo del sindicato anarquista de la CNT), que obtuvo
una amplia ventaja en las Cortes hasta hacerla aplastante –hoy se sabe que las
derechas obtuvieron más votos-, quitando escaños a la derecha mediante una
“revisión de actas” que atendía arbitrariamente a denuncias de supuestos abusos
electorales derechistas. El objetivo estaba cumplido: impedir un nuevo triunfo
de la derecha, quedando reducida a elemento testimonial y justificador de un
régimen, el republicano, que en realidad dejaba de ser democrático. Estamos en
2013 y han transcurrido 77 años, pero se están dando una serie de similitudes y
coincidencias hoy en día que parecen copiados de aquéllos terribles
aconteceres. Me limitaré a comparar
diferentes y variados hechos del pasado y el presente:
-Por primera vez desde el comienzo de la
democracia, el fraccionamiento de los partidos políticos es cada vez más
evidente, unido a la ausencia de un líder o líderes carismáticos que consigan
ilusionar y atraer, con nuevas propuestas, a una mayoría silenciosa de la
sociedad. Esta circunstancia es aprovechada por la izquierda, que siempre se
une y apoya cuando llega el momento decisivo (ahí están los numerosísimos casos
de alianza entre PSOE , IU, UPyD, nacionalistas y etarras, como el Pacto del
Tinell del 14 diciembre de 2003) para impedir a la derecha que gobierne,
dejándola al margen de toda decisión. El llamado “cordón sanitario” contra la
derecha, como ya sucedió en la II República con el Frente Popular.
-Como actualmente Artur Mas, CIU, Esquerra y
su proceso secesionista, con desacato a la Constitución incluido, la Esquerra
del ahora glorificado Companys, rechazó (junio de 1934) la decisión del
Tribunal de Garantías Constitucionales creado en tiempos de Azaña, sobre una
abusiva ley de contratos agrarios, poniéndose en rebeldía y afirmando: “El
fallo del Tribunal es la culminación de una ofensiva contra Cataluña… Los
buenos catalanes deben defender su prestigio con la sangre de sus venas”.
¿Verdad que les suena?
-Igual que la inmensa mayoría de la izquierda
de ahora apoya o, como mínimo, ve con empatía las propuestas separatistas que
conducen a la desmembración de España, José Díaz (secretario general y máximo
dirigente del PCE durante la II República), exponía en un mitin de febrero de
1936, poco antes de las elecciones “ganadas” por el Frente Popular: “Queremos
que las nacionalidades de nuestro país –Cataluña, Euskadi, Galicia- puedan
disponer libremente de sus destinos ¿por qué no? Si ellos quieren liberarse del
yugo del imperialismo español…tendrán nuestra ayuda”.
-Del mismo modo que en la II República,
aumentado al infinito con la llegada del Frente Popular, se perseguía a la
iglesia, a sus fieles y todo lo relacionado con ella, imperando una cristofobia
extrema como lo demuestra la disolución de los jesuitas, la prohibición a las
órdenes religiosas de cualquier actividad económica y de la enseñanza; la
presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, prohíbe a los profesores de
religión ejercer funciones de cuidado y control en los recreos, aludiendo a una
supuesta falta de mérito y capacidad de unos profesores designados por la
iglesia. PSOE e IU siguen con su trasnochado y radical laicismo comecuras.
-Reaparición de los anarquistas, con la
colocación de artefactos explosivos en la catedral de la Almudena de Madrid y
en la Basílica de El Pilar de Zaragoza, bautizados con el nombre del vil
asesino ácrata Mateo Morral. Es la progresiva radicalización de grupos
antisistema y el deslizamiento del lenguaje de la izquierda hacia una
dialéctica de corte revolucionario. Es la vuelta a la gimnasia revolucionaria
del sanguinario y terrorista Juan García Oliver, líder anarquista de la CNT,
que participó en la preparación del atentado contra Dato y apoyó al Frente
Popular en las elecciones de 1936.
-Acoso a políticos de la derecha y sólo de la
derecha, con los famosos escraches (siempre la terminología de la izquierda
disfrazando la realidad con eufemismos delirantes), y a jueces que investigan
sus corrupciones, como la juez Alaya, insultada, perseguida y acosada de manera
brutal por la izquierda (partidos y sindicatos), por sacar a relucir los
desmanes gigantescos de un régimen cuasi bolchevique. Como José Calvo Sotelo en
la época del Frente Popular, ésta heroína tiene que llevar escolta para
protegerse de los desalmados izquierdistas. Miguel de Unamuno, tras las elecciones
del Frente Popular, decía: “Una Sala de Audiencia cercada por una turba de
energúmenos dementes que querían linchar a los magistrados, jueces y abogados”.
-Impunidad de las izquierdas ante la
Justicia, como demuestra el gratis total de las bandas delictivas y delictuosas
de Ada Colau y su PAH; Sánchez Gordillo, Cañamero y su SAT; y las barricadas
salvajes en los campus, alentadas y apoyadas por rectores como José Carrillo -digno
hijo del genocida Santiago Carrillo-, contra la Ley Wert, saltándose el Estado
de Derecho en multitud de ocasiones. Son los nuevos “brazos” de la izquierda
que, como en la época de la II República, los utiliza y los maneja para
atemorizar a la derecha. Azaña, sólo un mes después de las elecciones de
febrero del 36, exponía: “Hoy nos han quemado Yecla: 7 iglesias, 6 casas, todos
los centros políticos de derecha…Incendios en Albacete, Almansa. Ayer, motín y
asesinatos en Jumilla. El sábado, Logroño, el viernes, Madrid: tres
iglesias…Han apaleado a un comandante vestido de uniforme que no hacía nada…Creo
que van más de 200 muertos y heridos desde que se formó el Gobierno, y he
perdido la cuenta de las poblaciones en que han quemado iglesias”.
-Toda la izquierda y los partidos
separatistas, alegrándose de la
anulación de la Doctrina Parot y pactando con los partidos terroristas, como ya
sucedió en la II República; posicionándose a favor de Gibraltar; alabando e
inclinándose ante los regímenes comunistas de Cuba, Venezuela y Corea del
Norte. Igual que el secretario general del PCE, José Díaz, sobre la URSS, en
1936: “Se ha convertido en el primer país del mundo en cuanto cultura…Allí los
hombres de ciencia, los sabios, los intelectuales, no tienen trabas para
desarrollar sus investigaciones científicas…La atalaya luminosa que nos alumbra
el camino; allí hay un pueblo orgulloso, un pueblo libre, que no sufre ni
explotación ni hambre, que se ha liberado por completo…” Tremendo.
La Depravación del discurso de la izquierda y
su sectario exclusivismo ha llegado a límites surrealistas, y no oculta sus
planes porque sus posibilidades pasan por consolidar ante el electorado la idea
de una alternativa frentista. Creen que el pueblo sólo se equivoca cuando no la
vota y que el pluralismo es un defecto de la sociedad o un error del ciudadano.
Gil-Robles, el líder de CEDA, advirtió en las Cortes, el día 15 de febrero de
1936, tras las elecciones del Frente Popular: “Una masa considerable de opinión
española, que por lo menos es la mitad de la nación, no se resigna
implacablemente a morir: yo os lo aseguro. Si no puede defenderse por un
camino, se defenderá por otro…La guerra civil la impulsa, por una parte, la
violencia de aquellos que quieren ir a la conquista del Poder por el camino de
la revolución; por otra, la están mimando, sosteniendo y cuidando la apatía de
un Gobierno que no se atreve…” El dictamen del dirigente derechista de la II
República, es un calco de la actual situación, Gobierno apático incluido. ¿Acabaremos
por repetir la historia?
José Quijada Rubira.