Tras perder el Real Madrid de manera agónica
e injusta la final de la Copa de Europa de 1969, se abrió un periodo de
oscuridad de cuatro años en la competición continental, con resultados
mediocres para las expectativas e historial del equipo. Es cierto que en España
se seguía dominando con claridad pero el cierre de las competiciones nacionales
a los jugadores extranjeros, dificultó la integración de los fichajes foráneos,
que pasaron sin pena ni gloria durante estos años. Todo iba a cambiar de manera
radical en la temporada 1973-74, pues se permitió la participación en la Liga
de un extranjero por plantilla. El gran Emiliano se acababa de retirar en 1973
y Ferrándiz fue en busca de un sustituto fiable. Se trajo a un tal Walter
Szczerbiak, alero blanco americano de 1,98 metros, de gran calidad y un tiro
letal. Con su incorporación y los Luyk, Brabender, Rullán, Cabrera, Corbalán…
el equipo merengue regresó a la élite de nuevo, iniciándose la segunda edad de
oro de la sección de baloncesto. En los siete años que van de la temporada
1973-74 a la 79-80, se consiguió llegar a cinco finales de Copa de Europa y
lograr ser campeón tres veces, además de innumerables títulos y trofeos.
La temporada 1973-74 fue arrolladora por
parte del conjunto blanco, deshaciéndose con suma facilidad de todos sus
rivales y llegando a la final de la Copa de Europa frente al entonces dominador
de la competición: el todopoderoso Ignis de Varese, campeón en 1969-70, 71-72 y
72-73. Se jugó el 3 de abril de 1974 en Nantes, con los italianos como claros
favoritos. En sus filas nada menos que Meneghin, Morse, Raga, Bisson, Ossola y
Zanatta. Aunque el Ignis se fue de hasta 11 puntos, la entrada del genial
Cabrera equilibró el marcador. A falta de dos minutos y medio, con 78-74 para
el Madrid, Cabrera cometió su quinta falta personal. Todo el mundo creía que
sería Vicente Ramos, despojándose del chándal en esos momentos, el sustituto
del base canario. Sin embargo, Ferrándiz, en otra de sus geniales intuiciones,
sacó a un joven de apenas 18 años llamado Corbalán, que desbarató la presión
italiana y, además, anotó los cuatro tiros libres que lanzó, llevando al Real
Madrid al triunfo por 84-82, y a su quinta Copa de Europa. Brabender (22),
Cabrera (16), Luyk (14), Walter (14), Rullán (14), Corbalán (4) y V. Ramos,
fueron los artífices de la gesta. Además, se ganó la Liga invicto, con una
paliza histórica al Barcelona por 125-65, y la Copa del Generalísimo. El gran
Real Madrid había vuelto para permanecer en la élite.
Pedro Ferrándiz anunció a principios de la
temporada 1974-75 que sería su último año al frente del Real Madrid, dejando
como sucesor a Lolo Sáinz, su asistente desde hacía varios años. El equipo
siguió en la misma gran línea, derrotando en las semifinales al Zadar yugoslavo
del gran Cosic, con dos grandes exhibiciones. La final europea tuvo lugar el 17
de abril de 1975 en Amberes, y otra vez frente al eterno rival del Ignis de
Varese. Días antes, Ferrándiz dijo en una entrevista que si pudiera elegir un
jugador italiano para que no jugara contra el Real Madrid, sería Meneghin el
elegido. Dicho y hecho: una fractura en la mano impedía el concurso del colosal
Dino Meneghin. Sin embargo, a pesar del 38-35 para el Madrid al descanso, la
presión defensiva del Ignis en el segundo tiempo y la actuación del desconocido
Rizzi, con 13 puntos, llevó a los de Varese al triunfo por 79-66. Brabender
(21), Walter (16), Corbalán (11), Rullán (10), Luyk (6) y Cabrera (2), fueron
los anotadores del conjunto blanco. El mal sabor de boca se palió en parte con
la consecución de la Liga, aunque se perdió la imbatibilidad tras tres años,
dos meses y 26 días (31-10-71 al 2-02-75), y la Copa del Generalísimo. El mago
e inigualable Pedro Ferrándiz se retiraba, dejando al Real Madrid en la
cúspide.
En la temporada 1975-76 debutaba en el
banquillo madridista Lolo Sáinz, que permaneció hasta 1988-89, consiguiendo
cuantiosos títulos. Se incorporó sólo para competición europea a John Coughran,
alero fuerte de 2,01 metros, que daría relevos a un ya veterano Luyk (35 años).
En Copa de Europa fue superando rivales y, tras deshacerse fácilmente del
Villeurbanne francés en las semifinales, accede a la final disputada en
Ginebra, el 1 de abril de 1976, y contra el mismo oponente por tercera vez
consecutiva: el Mobilgirgi de Varese (antes Ignis). El Real Madrid dominaba al
descanso por la mínima (43-42). La incertidumbre se mantuvo hasta los últimos
ocho minutos donde la mayor fortaleza bajo los tableros de los italianos y el
permisivo arbitraje, dieron el triunfo a los de Varese por 81-74. Walter (24),
Brabender (22), Coughran (16), Cabrera (6), Luyk (2), Rullán (2), Cristóbal
(2), Corbalán y Vicente Ramos fueron los jugadores utilizados en el encuentro.
La Liga se volvió a conquistar, con otra paliza memorable al Barcelona (114-76)
y dos récords, en un mismo partido, que aún permanecen: mayor diferencia de
puntos (92, en el 140-48 al Breogán) y mayor anotación individual (Walter, 65
puntos).
La temporada 1976-77 comenzó con la Copa
Intercontinental celebrada en Buenos Aires, del 1 al 5 de octubre de 1976,
llegando a la final contra el inevitable rival del Mobilgirgi de Varese. En
esta ocasión, el Real Madrid se tomó cumplida revancha y consiguió su primer trofeo
Intercontinental al vencer por 79-74 a los italianos, con una portentosa
actuación de Rullán. En la Copa de Europa, las lesiones de Rullán, Luyk y
Cristóbal debilitaron al conjunto blanco que no pudo acceder a la final. Fue el
único lunar de la temporada porque la Liga se ganó de nuevo, con otro histórico
aplastamiento al Barcelona por 138-78; y la Copa de España regresó al equipo
merengue, dando otro soberano correctivo al Barcelona en la final: 97-71, con
Brabender (33) y Walter (18) dinamitando a los azulgranas. Fue el último
partido de Vicente Paniagua.
La mayor novedad para la temporada 1977-78,
fue que Coughran y Walter intercambiarían los roles, jugando éste sólo la Copa
de Europa; una decisión equivocada como se demostraría más tarde al perder la
Liga. Del 4 al 8 de octubre se disputa en Madrid la Copa Intercontinental, que
el Real Madrid vuelve a ganar tras derrotar al Mobilgirgi de Varese por 115-94,
en un partido memorable. En la Copa de Europa se pasó a la final sin problemas,
con dos jornadas de antelación a la finalización de la liguilla entre los seis
equipos clasificados. En la Sala Olímpica Carl Diem de Munich, donde la URSS
había derrotado a USA en los Juegos Olímpicos de 1972, se disputó la final el 6
de abril de 1978, y una vez más frente al Mobilgirgi de Varese. Estaba en juego
el récord de títulos continentales (cinco cada equipo) y el honor del Real
Madrid tras las dos derrotas seguidas. Tras un comienzo arrollador del Madrid
(20-10), los italianos consiguieron nivelar el marcador al descanso (41-40). En
el segundo tiempo, la lesión de Coughran dio lugar a la entrada de Prada, que
dejó en cero puntos a Morse con un marcaje perfecto. Pero el gran protagonista
fue un excelso y maravilloso Carmelo Cabrera que desarboló la presión de los de
Varese, contagiando a sus compañeros. Un claro 75-67 devolvía al Real Madrid la
Copa de Europa, su sexto título, quedándose solo en lo más alto. En el diario
“AS”, Carlos Jiménez escribía: “…Se fraguaba ese 75-67 que retornaba la Copa de
Europa a Madrid, con todos los pronunciamientos favorables tras un encuentro en
el que los blancos habían salido con el pronóstico en contra, pero lograron
echar por tierra todos los vaticinios, mientras los italianos caían abatidos
por el huracán que eran Cabrera y sus compañeros bajo la batuta magistral de Lolo
Sáinz”. Walter (26), Rullán (19), Brabender (16), Coughran (10), Cabrera (9),
Corbalán (2), Prada (2) e Iturriaga fueron los artífices del triunfo. Fue la
despedida del grandioso Clifford Luyk y de Vicente Ramos; también, la última
Copa de Europa de Don Santiago Bernabéu, el mejor presidente deportivo de todos
los tiempos, que fallecía el 2 de junio de 1978, y que a pesar de lo avanzado de
su enfermedad, asistió a la audiencia concedida por el rey Juan Carlos con motivo
de la victoria de su Real Madrid.
En la temporada 1978-79, el Real Madrid
incorporó a Randy Meister, pívot de 2,05 de estatura, que sustituyó a Coughran,
mientras Walter seguía sólo en competición europea. Se conquistó por tercera
vez consecutiva la Copa Intercontinental, jugada en Buenos Aires en el mes de
julio, dejando en la cuneta al inevitable Mobilgirgi de Varese y ganando la
final al equipo anfitrión, el Obras Sanitarias, por 104-103, tras una canasta
de Prada a falta de 2 segundos para el final. La Liga volvió de nuevo a las
vitrinas blancas, demostrando una gran superioridad. En la Copa de Europa nos
quedamos a las puertas de la final por un partido que ha quedado grabado en la
memoria por su dramático desenlace. Se jugaba en el Pabellón de la Ciudad
Deportiva y era el último partido de la liguilla que daba acceso a la final; el
que ganase jugaría contra el Bosna de Sarajevo, ya clasificado. El rival era el
enemigo de siempre: el equipo de Varese ahora llamado Emerson. El partido
finalizó con empate a 75 y, tras cinco minutos de prórroga, se llegó al final
con 82-83 para los italianos, pero tiros libres para Prada por la falta
recibida en el último segundo. Disponía de tres tiros libres para nivelar la
balanza, ya que estaba en vigor la norma del 3x2. Un enceste significaba otra
prórroga y dos, el billete a la final. Con un silencio sepulcral, el público al
borde del infarto y los varesinos sin querer mirar el aro, Prada,
lamentablemente, erró los tres lanzamientos (los tres lanzados al lado derecho
del aro), ante el desconsuelo generalizado de los aficionados que abarrotaban
el Pabellón. Era el único jugador de esa plantilla capaz de fallar los tres
lanzamientos. Fue una enorme decepción que quedaría superada al año siguiente.
Las bajas de Cristóbal Rodríguez y Carmelo
Cabrera -ésta muy sorprendente-, sustituidos por el pívot Romay y el base José
Luis Llorente, serían las novedades de la temporada 1979-80. La Liga se ganó de
nuevo, a pesar de perder en casa por un punto frente al Barcelona y romper una
racha de imbatibilidad desde la temporada 1968-69, cuando cayó ante el KAS (el
Madrid era ya campeón de Liga) porque Ferrándiz reservó a los titulares para la
final de Copa de Europa. Precisamente, se llegó a la final de ésta competición
tras una liguilla muy igualada, con victorias angustiosas ante el Bosna
Sarajevo (vigente campeón) del gran Delibasic y el Maccabi. La final se disputó
en Berlín, el 23 de marzo de 1980, ante el equipo del Maccabi de Tel Aviv, con
mayoría en las gradas de aficionados israelíes. Aunque no era favorito, el
Madrid marchó al descanso con ventaja: 48-40. Las defensas alternativas de
Sáinz sorprendieron al Maccabi y permitieron tomar una ventaja de 13 puntos
(55-42). Pero las eliminaciones de Corbalán y Meister, y el agotamiento de los
otros titulares hizo peligrar la victoria. Al final, 89-85 para los blancos y
séptima Copa de Europa. A destacar, la majestuosa actuación de Rullán que, con
27 puntos, destrozó al equipo israelí. Meister (21), Walter (16), Brabender (12),
Corbalán (9), Llorente (2), Querejeta (2) y Prada, fueron los participantes del
triunfo. El diario “AS”, con la firma de Carlos Jiménez, escribía: “Siete
títulos, siete. Un nuevo récord para este gran Real Madrid, que saca fuerzas
Dios sabe de dónde para proclamarse campeón de Europa, con todos los
pronunciamientos favorables, justo en el momento que parecía más bajo. Luchando
contra pronóstico, contra un ambiente mayoritariamente israelita, contra un
Maccabi que es un formidable equipo…”. Sería el último partido del fabuloso
Walter, tras siete años, y el final de la segunda edad de oro del Real Madrid
de baloncesto.. Ya nada sería igual a las dos décadas de los sesenta y setenta,
grandiosas e irrepetibles, donde se forjó la leyenda y el mito, la gloria y la
épica de un equipo que maravilló y encandiló al mundo.
José Quijada Rubira.