EL SOFISMA DE LA SUPERIORIDAD MORAL DE LA IZQUIERDA
Por
no sé qué extraña causa, por no sé qué falso motivo, la izquierda en España
siempre ha gozado de un prestigio, de un halo beatífico, totalmente
inmerecido y falaz, sin un razonamiento
lógico y sólido donde basar esa fama, donde mantener ese falsario. De una
manera obscena, en virtud de no sé qué dogma proclamado por no sé quién, se
reconoce a sí misma la encarnación de la sensibilidad social, poseedora de de
unos ideales y principios superiores, considerándose la máxima autoridad moral,
en cada momento y circunstancia. Mucho tiene que ver la inmensa maquinaria
propagandística que siempre ha tenido, funcionando a todo gas, manipulando y
distorsionando a su antojo todo lo acontecido, cambiando y manoseando los
hechos, proyectándolos a su favor de manera sectaria y fanática, ocultando la
verdad histórica y elevando sus consignas a la categoría de argumentos.
Sin
embargo, si uno se preocupa de estudiar, de indagar en la oscura historia de la
izquierda, en ese pasado que glorifican y ponen de modelo a seguir, de donde
surge y nace esa supuesta superioridad moral, comprobará y llegará a la
conclusión de que su legado –el presente es idéntico- es lo más siniestro,
terrorífico y genocida que se pueda alcanzar. Pronto se desmonta el “formidable
instrumento de poder moldeado en el yunque de la psicología de las sectas”, que
decía Raymond Aron sobre el marxismo, quedando a la intemperie todas sus
miserias, sus contradicciones, su falta de coherencia y, sobre todo, su atroz,
brutal y patibularia genealogía.
Para
llevar un orden, no sólo cronológico, y no mezclar toda el ala izquierdista, he
considerado dividirla en tres grupos, movimientos o partidos, para una mayor claridad en la
exposición y lectura de los actos llevados a cabo por ellos, tomando como punto
de partida el Siglo XX y finales del XIX: Anarquistas, Partido Comunista y
Partido Socialista Obrero Español. Sigo con declaraciones de personajes
insignes, que vivieron en primera persona los hechos, y termino con una pequeña
conclusión a lo anteriormente descrito.
1). ANARQUISTAS:
Los
anarquistas pueden presumir del magnicidio de tres presidentes de España,
comenzando por Cánovas del Castillo, en 1897, por Angiolillo; José Canalejas,
en 1912, por Pardiñas; y Eduardo Dato, en 1921, por Casanellas, Nicolau y
Mateo. Todos ellos a tiros y por la espalda, de manera cobarde y vil. También
lo intentaron con Maura, el político conservador considerado la bestia negra de
los anarquistas, en 1904, por Artal (esta
vez con un cuchillo), y en 1910, que trataremos en el bloque socialista.
Además, el atentado de Mateo Morral contra Alfonso XIII, que causó 28 muertes
en 1906; o el del Liceo de Barcelona,
por Santiago Salvador, en 1893, causando 22 muertos, ambos con bomba.
Como
CNT (Confederación Nacional de Trabajadores), FAI (Federación Anarquista
Ibérica) u otros nombres de grupúsculos anarcoides, participaron activamente en
la insurrección de Casas Viejas, en 1933, donde quisieron proclamar el
“comunismo libertario”; la Revolución de Asturias de 1934, un golpe de Estado
porque gobernaba la derecha; y en el Frente Popular (1936), que daría lugar a
todo tipo de desmanes y asesinatos consentidos: la llamada “primavera trágica”,
que llevaría a la Guerra Civil. El movimiento anarquista oscila,
permanentemente, entre dos polos: la organización sindical estructurada y
revolucionaria, y el terrorismo puro y duro. Uno de sus líderes, García Oliver
–ministro de justicia en noviembre de 1936- es muy claro: “La República no es
más que una entidad burguesa que debe ser superada por el comunismo
libertario”. Es la puesta en práctica de la “gimnasia revolucionaria”, incluso
formando parte de los gobiernos: de la Generalitat catalana primero, de la
República después.
2). PARTIDO COMUNISTA ESPAÑOL:
El
15 de abril de 1920, en la Casa del Pueblo de Madrid, fue fundado el Partido
Comunista Español. Entre sus fundadores estaba Dolores Ibárruri, conocida como
“La Pasionaria”, admiradora de la Revolución Bolchevique, y que entre sus capítulos
más destacados está la frase que le dijo a Calvo Sotelo en las Cortes, dos días
antes de su asesinato: “Este es tu último discurso”, como así testifica el
historiador Salvador Madariaga. Entre sus muchos discursos, podemos poner este
pequeño ejemplo, de febrero de 1936, tras las últimas elecciones de la 2ª
República: “Vivimos en una situación revolucionaria que no puede ser demorada
con obstáculos legales…El pueblo impone su propia legalidad y el 16 de febrero
pidió la ejecución de sus asesinos”. Tras un llamamiento internacional –de
Ibárruri- por radio, el 29 de julio del 36, comienzan a formarse las Brigadas
Internacionales de voluntarios, sembrando el terror en toda España.
El
Partido Comunista de España, junto a PSOE y anarquistas, crea las milicias,
armando a miles de personas durante la II República, con el fin de organizar
una insurrección armada que dio lugar a la Revolución de Asturias de 1934,
aunque los socialistas fueron los principales protagonistas. Una pieza
fundamental del Terror rojo fueron las llamadas “checas”, que en la España
republicana funcionaban como centro de detención interrogatorio, tortura y
ejecución desde los primeros días de la guerra hasta sus compases finales. Las
checas comenzaron siendo cárceles privadas de los partidos y sindicatos del
Frente Popular. Hay que destacar a Santiago Carrillo que, aunque comenzó en el
socialismo, fue el unificador de las Juventudes Socialistas y Comunistas el 1
de abril de 1936, siendo nombrado Secretario General y llegando a ser el alma
mater del PCE. Carrillo es el responsable, desde su consejería de Orden
Público, de las matanzas de Paracuellos en noviembre y diciembre de 1936,
ejecutando a varios miles de inocentes, en el mayor genocidio producido en
España, entre ellos Ramiro de Maeztu, Pedro Muñoz Seca, Ramiro Ledesma Ramos,
etc. Hay que significar también, que había una checa para intelectuales: la
Alianza Internacional de Intelectuales Antifascistas, instalada en el Palacio
de Zabálburu, con el poeta Rafael Alberti a la cabeza, que se propuso depurar
la Academia Española. Más de 200 checas en toda España, para exterminar a la
“quinta columna”: simpatizantes del Alzamiento que, desde dentro, actuaban
clandestinamente.
3). PARTIDO SOCIALISTA OBRERO ESPAÑOL:
El
PSOE nació en 1879, fundado por Pablo Iglesias. Su sindicato, la Unión General
de Trabajadores, en 1888. El movimiento socialista representaba a Marx frente a
Bakunin (anarquistas). El PSOE nunca fue un partido moderado: su programa era
–y lo seguiría siendo- la toma del poder y la implantación de la dictadura del
proletariado. En 1909 participan en la violentísima Semana Trágica de
Barcelona: 120 muertos, más de 500 heridos, 112 edificios derruidos por el
fuego. Consigue su primer diputado en 1909, su flamante líder Pablo Iglesias,
que en la sesión del 7 de julio de 1910 proclama: “Este partido está en la
legalidad mientras la legalidad le permita adquirir lo que necesita; fuera de
la legalidad, cuando ella no le permita realizar sus aspiraciones”. La
exaltación revolucionaria de Iglesias le lleva a amenazar de muerte al
presidente del Gobierno, Antonio Maura: “Tal ha sido la indignación por la
política del gobierno presidido por el señor Maura en los elementos proletarios
que nosotros… hemos llegado al extremo de considerar que antes que Su Señoría
suba al Poder debemos ir hasta el atentado personal”. Quince días después, el
simpatizante socialista Manuel Posa, de 18 años, disparaba tres tiros contra
Maura, que resultó gravemente herido.
En
consonancia con sus posiciones maximalistas, el PSOE apoyó la huelga
revolucionaria de 1917, eco de la revolución soviética. Es un partido que
considera la violencia como un instrumento apto para conquistar el poder. En la
Segunda República, cede la iniciativa a los republicanos para que éstos dieran
el primer impulso revolucionario. Largo Caballero, el llamado Lenin español,
siempre lo expresó con claridad: “la República sólo era un paso necesario para
la transformación revolucionaria del sistema político y económico”. Su modelo
era la Rusia de los soviets.
Cuando
la derecha gana las elecciones de 1933, consiguiendo cinco millones y medio de
votos para un cuerpo electoral de ocho millones y medio de votantes, perdiendo
los socialistas la mitad de sus diputados, comienzan a preparar el golpe de
Estado conocido como la Revolución de Asturias de octubre de 1934, a pesar que
la CEDA, el partido más votado, queda excluido del Gobierno, circunstancia
anómala en cualquier democracia normal. Pero es que la II República era una
seudodemocracia sometida a la tutela de la izquierda. Al inicio de 1934, la
comisión ejecutiva del PSOE aprobó el “Proyecto de bases”, redactado por
Indalecio Prieto que serviría como fundamento a la revolución asturiana.
Además, junto a la insurrección de Asturias se había preparado un golpe de mano
donde Largo Caballero desempeñaba el papel del presidente del comité
revolucionario y que debía ser ejecutado por las juventudes socialistas y
comunistas –con Carrillo a la cabeza- en coordinación con elementos afectos al
PSOE en el Ejército, la Guardia de Asalto y la Guardia Civil. Debían secuestrar
al presidente de la República y al del Congreso. Todo ello fracasó, con un
balance de 1.400 muertos y más de 2.000 heridos.
Republicanos
de izquierda, socialistas, comunistas y otros partidos fueron a las elecciones,
del 16 de febrero de 1936, en coalición pronto llamada Frente Popular. No se
publicaron las votaciones, pero dicho frente se atribuyó la victoria. Habían
ganado los golpistas de 1934 y acabaron por demoler la II República. El mismo
presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, lo resumía: “un golpe de
estado parlamentario”. Todo ello llevó consigo a la llamada “primavera
trágica”, una suerte de guerra civil larvada, con 269 muertos, 1.287 heridos
(la mayoría de las víctimas, de derechas), 33 periódicos de derechas asaltados,
10 completamente destruidos, asalto de 312 centros políticos y sedes, más
destrucción de otros 69; 160 iglesias destruidas, 251 templos incendiados o
asaltados, 113 huelgas generales, 228 huelgas parciales, 146 bombas explotadas…
El historiador Stanley Payne, comenta:
“las milicias de la izquierda provocaban violencias contra las derechas y
después acudían a detener a las víctimas, derechistas, por las violencias”. El
desenlace de tanta violencia, preludio de la Guerra Civil, es el asesinato de
José Calvo Sotelo, líder de las derechas monárquicas: el 16 de junio había sido
amenazado de muerte y un mes más tarde, por la noche, media docena de
militantes socialistas de la Motorizada, los pistoleros de Prieto, y al menos
un escolta de la diputada socialistas Margarita
Nelken, además de algunos guardias, se dirigen al domicilio de Calvo
Sotelo. El diputado es detenido y embarcado en el vehículo. Después de recorrer
unos cientos de metros, el pistolero Luis Cuenca, socialista de la escolta de
Prieto, dispara un tiro en la cabeza de Calvo Sotelo; después, otro. La
camioneta 17 se dirigió entonces al cementerio del este, donde dejó el cadáver
de la víctima. El asesinato de Calvo Sotelo era una declaración de guerra
abierta a la oposición conservadora, y una provocación para las fuerzas
armadas. Era la gota que colmó el vaso.
4). TESTIMONIOS DE PERSONAJES INSIGNES:
Azaña,
presidente del Gobierno ( 1931-33 y 1936) y presidente de la II República (1936-39), motor de la convergencia de todas
las fuerzas de la izquierda para formar el Frente Popular, acabó
desilusionándose y reconociendo su inmenso error: “El gobierno republicano se
hundió en septiembre del 36 agotado por los esfuerzos estériles de restablecer
la unidad de dirección, descorazonado por la obra homicida –y suicida- que
estaban cumpliendo, so capa de destruir al fascismo, los más desaforados
enemigos de la República”.
Niceto
Alcalá Zamora, presidente de la II República (1931-36), después de las
elecciones de febrero de 1936, dijo: “…el Frente Popular obtenía solamente poco
más, muy poco, de 200 actas en un Parlamento de 473 diputados… La mayoría
absoluta se le escapaba. Sin embargo, logró conquistarla…violando todos los
escrúpulos de legalidad y de conciencia… Reclamó el Poder por medio de la
violencia… Se anularon todas las actas de ciertas provincias donde la oposición
resultó victoriosa; se proclamaron diputados a candidatos amigos vencidos. Se
expulsaron de las Cortes a varios diputados de las minorías… Fue así que las
Cortes prepararon dos golpes de Estado parlamentarios”. Artículo en el Journal
de Geneve, del 17 de enero de 1937. Los
papeles de Don Niceto cuentan juicios poco complacientes sobre acontecimientos
que la izquierda prefiere silenciar, como ha denunciado su nieto José Alcalá
Zamora.
El
historiador Salvador de Madariaga, nada sospechoso de ser de derechas,
expresaría: “Largo Caballero no ocultó jamás su intención… Siempre fue su
propósito llevar a España a una dictadura del proletariado. Ya por el camino de
la violencia, la nación, en cuyo seno una masa considerable tiende siempre a
ceder a esta tentación, se fue dejando
contagiar por la violencia”.
5). CONCLUSIÓN:
Aunque
el muro de Berlín cayó hace tiempo, sigue edificado en las mentes de la
izquierda, prisionera de una ideología arcaica, anacrónica y antediluviana, que
incapacita sus mentes a pensar libremente. Son seres robotizados, incapaces de
discurrir por sí mismos, que vagan como espectros obsoletos, como zombis. Son muertos
vivientes del adoctrinamiento, sin alma ni dirección, perdidos en la noche de
los tiempos, incapaces de reaccionar. Su mentira disfrazada de leyenda, quieren
transformarla en Historia por arte de birlibirloque, eludiendo y ocultando toda
la barbarie que representan. Unamuno dijo: “Las inauditas salvajadas de las
hordas marxistas, rojas, exceden toda descripción y he de ahorrarme retórica
barata”. Amén.
José Quijada Rubira.