miércoles, 12 de marzo de 2014

DEL BOSQUE O LA NECEDAD BENDECIDA

El marqués Del Bosque siempre ha demostrado ser un español íntegro, de los pies a la cabeza, sin mostrar duda o vacilación en pos de la defensa de España y su unidad. Por eso dijo, el 13-09-2012, que “Los catalanes están en su derecho de defender su independencia”, sentenciando a continuación que “Cada pueblo debe tener la libertad para elegir su futuro”. Todo un ejemplo de solidaridad y comprensión para con el pueblo catalán, que es digno de admiración y que debemos seguir todos a rajatabla sin importarnos romper más de cinco siglos de unidad y conculcar la Constitución de 1978. Los designios del marqués deben ser obedecidos sin alteración o desvío, no vayamos a perturbar o inquietar a los medios de comunicación que mantienen en la cúspide de la sapiencia a tal monstruo de la naturaleza, versión moderna de Lope de Vega.

Otro ejemplo del amor a España que desprende e irradia Del Bosque, fue con la llamada a la selección de Markel Susaeta que, emulando el aprecio insoslayable del técnico salmantino a la patria, evitó pronunciar la palabra “España” en la rueda de prensa anterior al partido (13-11-2012), diciendo: “Sabemos que nosotros representamos una cosa que, bueno… tenemos que darlo todo y respetar bajo todos los conceptos”. Tan sabias y diáfanas palabras no las habría mejorado ni el gran Mario Moreno “Cantinflas”. Presto y rápido el marqués, tan bondadoso e indesmayable protector de todo lo español, acabó con el tema al día siguiente: “Lo único que hizo fue omitir una palabra y no hizo nada adrede… y no tenemos que tener maldad de pensar una cosa que él no estaba pensando”. Para terminar con un tranquilizador “Para nosotros no ha habido ninguna polémica”. Las obras completas de Santa Teresa se quedan en nada comparadas a este espíritu seráfico.

Sobre el enfrentamiento en las semifinales de la Copa del Rey entre el Real Madrid y el Atlético, expresó desde lo más hondo de su pensamiento que “Hay algunos episodios y cosas que no me gustan y no me gustan”. Concluyendo su profundísima, vasta y penetrante reflexión con “…Soy comprensivo, pero no me gustan”. Frase lapidaria y culmen del raciocinio, ante la que uno se siente empequeñecido y absorbido por la gigantesca figura intelectual y pía de tal prohombre.

Su talla insigne y preclara, de hombre eximio y recto, que respeta y acata el Estado de Derecho y la persecución del delito y la corrupción, lo confirma y corrobora con el caso Cardenal y su artículo sobre el Barcelona, afirmando: “Hay que andar con prudencia en este caso… y no estoy en posición de inclinarme hacia nadie”. Es decir, que entre la corrupción y la ley que la persigue, adquiere una postura neutral. Fantástico. Pero esa ambigüedad no podía durar en un cerebro tan privilegiado, en un filósofo y pensador de su inabarcable cultura y sapiencia y, horas más tarde, expresaba: “Siempre estoy de acuerdo con lo que diga el presidente del Consejo Superior de Deportes (Miguel Cardenal), un hombre cabal y sensato, que trata de unir más que desunir. Es mi respuesta a la lectura… Que los distintos territorios de nuestro país estén lo más unidos posible. Yo lo interpreto así”. Uno se queda más tranquilo sabiendo de qué lado se postula este fénix de los ingenios, que nos dice por dónde debemos caminar y cómo debemos obrar, y que siempre está en todas las polémicas para darnos sus inapreciables consejos que, saliendo de su boca, son dogmas que debemos respaldar, imitar y alentar.


Don Francisco de Quevedo y Villegas, partiendo de la generalización de la necedad, distingue entre necios, mazacotes o majaderos, y modorros. Llama necios a aquéllos a los que es necesario tratar para entender lo que saben. Llama mazacotes o majaderos a los que, en cuanto empiezan a hablar, ya nos dan a entender lo que son con las palabras que dicen. Y son modorros los que se conocen sin hablar, con sólo mirarles las trazas, el traje y el talle. El marqués Del Bosque es un mazacote, que canta su gallina clueca en cuanto abre la boca. A veces va disfrazado de lo contrario que es y hasta presume de tal incongruencia o paradoja, pero abre la boca y, zas, se autodefine categóricamente. Muere como pez fuera del agua.


José Quijada Rubira.